lunes, 20 de junio de 2011

Reflexión de Yeray Muñoz Soto

Cuando las listas del paro están a rebosar y el clima social se torna oscuro recibir tu primera nómina resulta irónico.
Por una parte porque demuestra que la vida no es justa, nunca lo fue y probablemente seguirá sin serlo en los años venideros. Las calles de ciudades y pueblos retransmiten en directo la indigencia ignorada; en cambio mi sustento y el de “muchos” vienen servidos en platos y vasos y no en cartones de vino.
Por otra parte y en relación a lo anterior, porque habrá sin duda individuos con más talento y más posibilidades de triunfar en la labor que desempeño. Siendo franco, puede que hasta haya personas cuya motivación supere con creces la mía (y no hablo de la económica, que ya es una motivación per se).
Desgraciadamente el mundo actual tiende en desmedida probabilidad a negar a cada persona lo que se merece, cambiando la fórmula del éxito en pos de la típica picaresca; la de aprovechar las oportunidades que se presentan.
Siendo sincero, este trabajo está lejos de ser el sueño de mi vida pero no deja de ser una oportunidad, un medio para alcanzar esa meta y por eso lejos, quizás, de merecerla, la convierto en una herramienta para potenciar mi visión del mundo, el cual parece desmoronarse.
Y mi sueño o meta (puede ser llamado de muchas maneras) no es otro que dejar de ser un elemento pasivo de la sociedad y ser un elemento activo que participe en menor o mayor medida en la reconstrucción de un mundo que salvo intervención humana o divina (dicho desde mi ateísmo) va directo a la debacle.
En definitiva, mi experiencia en esta Escuela Taller se resume en obtener parte del conocimiento necesario para alcanzar esa meta.
Yeray Muñoz